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Capítulo 1 - Después de unos largos años


Eran las cinco de la mañana cuando, en aquel apartamento de dos cuartos, dormía en uno de ellos, como si el sueño la hubiera atrapado, una joven de veinticuatro años. Dormía sobre la colcha de una gran cama, vestida con una falda pomposa a rayas y una camiseta de rejilla corta, que dejaba ver un sujetador negro de encaje. La habitación estaba hecha un desastre, los zapatos de tacón tirados de cualquier forma. En una mesa, colocada en frente de una ventana solo se veían papeles dispuestos de cualquier manera, fotografías, un portátil entreabierto y algún que otro lápiz y bolígrafo. En un sillón, estilo francés con orejas de color rojo, había ropa acomodada con prisa y sin ninguna preocupación. El único armario que había, abierto de par en par. Y una de las lamparas de las dos mesitas de noche encendida.
En ese instante comenzó a sonar una canción. Una dulce melodía de guitarra que hizo que la joven se deslizara por la cama y cambiará de posición. La música paró de sonar, pero no tardó mucho en volverse a escuchar. Esta vez hizo levantar medio cuerpo de la joven, que con los ojos medio cerrados trataba de hallar de donde provenía la melodía. Era su móvil lo que estaba buscando. Se levantó de un salto y gracias a la poca luz que había fue a mirar debajo de la cama. Allí estaba su bolso, y en el interior de este su móvil.
Deslizó como pudo el icono correspondiente para coger la llamada y se tumbó en la cama colocándose el móvil en la oreja de manera que no lo sujetaba con la mano. No le dio tiempo a decir nada cuando al otro lado del teléfono se escuchaba a una mujer un tanto agobiada hablándole en coreano.
-Yobuseyo? Tal? ¿Kim Hanna? Nugu?- la joven apartó corriendo la cabeza del teléfono que cayó automáticamente en la cama.
Lo volvió a coger y dijo extrañada:
-Umma? (¿Mamá?)
-Omo, gwenchanh-a? Eodi isseoyo? (¿Estás bien? ¿Dónde estás?)- suspiró- Nos tenías preocupada Hanna-ni.
-Umma, relax... Jebal (por favor), ¿sabes qué hora es?- dijo intentando reincorporarse, y pasando la mano por su cara como signo de estrés.
-¿Kim Hanna?- preguntó un hombre de voz fuerte, lo cual la sorprendió.- Necesito que vengas a corea.
-Omo jeobo (cariño), no seas así, hace dos meses que no la ves.
-Appa? (¿Papá?)- le contestó, pero estos ni caso le hacían.
-Pues por eso, quiero que venga cuanto antes.
-Te dije antes que esto iba a ser muy inesperado para ella.
-Y tanto...- continuó la joven viendo que al parecer no querían que participase en la conversación.
-Que se acostumbre.- afirmó rotundo su padre- Kim Hanna-ya.
-Dee (Sii)...
-Quiero que vengas a Corea a trabajar en la empresa, te necesito más que nunca.
Esas últimas palabras de su padre recayeron en ella como una gran avalancha de problemas, de los cuales un día escapó y no quería volver a repetir.
-Hazlo por el bien de la empresa y de la familia.- ella guardó silencio, su cara pálida comprendía que las cosas iban mal y que la necesitaban más que nunca.
-Dee.- dijo contundente.
-Saranghae Hanna-ni. (Te quiero)
-Umma...- ellos no lo sabían pero aquella lágrima que caía lentamente por su mejilla no iba a ser la única.- Arasseo. (Lo sé)
-Por cierto... pensé que cuanto antes mejor, así que dentro de dos horas te recogerá un chófer que alquile, para que no tengas que coger ningún otro transporte.
Hanna se separó el móvil de la oreja para mirar a hora, eran las cinco de la mañana.
-Oh...- dijo sorprendida al ver que solo había dormido una misera hora después de haber llegado de fiesta por el cumpleaños de Alba, una de sus compañeras de trabajo, la cual conoció en aquellos cursos de fotografía que tomó años atrás- Pues... debería empezar a empacar ya.
-Entonces te dejamos.
-Seguro que tienes demasiadas cosas.
-Y recuerdos...- respondió triste mirando a su alrededor.
Iba a dejar aquella ciudad española que la había acogido como si hubiese estado siempre allí. Sus padres se despidieron de ella muy tiernamente, y ella igual. Fue junto a la ventana y comenzó a subir aquella persiana moderna que Ana, su vecina y amiga, le había dicho de comprar, era azul y lila, aunque eso para ella no era lo importante. Cuando la subió del todo, comprendió que iba a dejar el refugio que por casi seis años la había hecho cambiar y olvidar muchas cosas, aunque otras muchas seguían insistiendo en sus recuerdos. Pero dentro de ella había algo que quería volver... Claro está, una de esas cosas era que extrañaba a su familia más que a nada, pero le apetecía hablar con sus amigos, pocos... pero buenos amigos.
Cerró sus ojos e inspiro durante largo tiempo, y expulsó todo el aire que podía tras abrir sus ojos, y contemplar aquella maravillosa vista del centro de Madrid. Se había acostumbrado a sus calles y al tráfico, ir a Seul no iba a ser diferente. Porque no quería quedarse a las afueras de la ciudad en aquella mansión donde se crió, claro está.
Se quedó unos minutos mirando las luces de la Madrid nocturna, y cuando despertó del shock y miro la hora, encendió la luz del cuarto, puso sus manos en la cintura, miró a su alrededor, y no cayó desplomada del susto, pero casi, al ver aquel alboroto de habitación. Fue a buscar al segundo cuarto del piso las maletas. Aquellas cinco maletas que compró, y de las que solo dos de ellas eran iguales. Lo cual de cinco maletas, estaba bien, según decía ella.
Comenzó a llenar aquellas maletas con toda la ropa que había por el cuarto. Guardada en los armarios y en cajones, la colocó de cualquier manera en las maletas, pues tenía demasiada prisa. Tuvo que sentarse encima de ellas para poder cerrar las dos primeras, otras dos sirvieron para zapatos y otras cosas, y con la última hizo una especie de "tetrix" para que pudieran caber los trípodes, las lentes, etc... todos los instrumentos que compró y que por nada del mundo los dejaba allí. Aparte de algún que otro portátil.
-De acuerdo, tengo que recordar que en una de las maletas azul oscuro esta lo frágil.- se dijo en voz alta- Debería ponerles alguna pegatina...- pero en ese momento se quedó pensando y se dijo.- ¿Qué hora es?- toco su falda, y cayó en la cuenta de que no llevaba bolsillos.- ¿Y mi móvil?- siempre le pasaba lo mismo, pensaba.
Cuando lo encontró vio que le quedaba solo media hora, para poder ducharse, vestirse, maquillarse, aunque esto último no le importaba mucho; bajar las maletas, y llegar a tiempo a coger el vuelo. Lo más importante.
Por lo que se metió a la ducha, recogiéndose con un moño aquella melena larga que se había dejado crecer, y que cuidó durante tres años para que siguiera de aquel marrón caoba claro, que le encantaba y del que estaba segura que se acabaría hartando. Se ducho lo más rápido posible, y se vistió con la ropa que había dejado preparada en la cama. Aquellas vans de leopardo que sus amigas de España le regalaron y apreciaba más que nada, sus pantalones negros rotos con media de encaje, y una camiseta con un leopardo, preciosa según Ana, a la cual recortó las mangas para que le quedara mejor. Según ella, a ese cuerpecito, aunque no lo creyera la gente, no todo le quedaba bien. Y por último, cogió dos chaquetas una más fina para el trayecto y un abrigo por si le entraba más frío.
Ya eran las siete y veinte cuando terminó de maquillarse sutilmente con un delineador negro y poniéndose "cacao" en los labios, cuando decidió mirar por la ventana por si veía algún coche sospechoso, algo lo más parecido a un taxi. Se asomó por esta y lo que pudo ver no fue el taxi esperando.
-No puede ser...- dijo estupefacta.
Una limusina la estaba esperando o por lo menos ese era el único coche aparcado en frente de su casa. Se colocó sus gafas retro y comenzó a bajar las maletas por el ascensor. Cogió su enorme bolso, y saludó al chófer cuando la nombró, "Señorita Sofía.". Estaba segura de que ese nombre a partir de ahora lo escucharía poco.
Ayudó a aquel hombre a subir las maletas. No se fiaba mucho, así que la maleta frágil la subieron poco a poco, "Por favor tenga cuidado.", decía sofocada. Para ser las siete y media de la mañana había mucho movimiento por la calle, así que se quedó mirando por unos segundo y subió al coche decidida. El mismo ritual que años atrás hizo cuando se fue de Corea.
El trayecto hacia el aeropuerto fue corto, o eso le pareció, pues iba con sus cascos puestos y solo miraba por la ventana nostálgica, aunque feliz. En algunos momentos llegaba a ser un poco bipolar, o eso le decía uno de los modelos que fotografío tantas veces que llegaron a tener una gran amistad, al final del todo.
En cada paso que daba se le venían cada uno de sus amigos a la cabeza. Con lo que sacar las maletas hubiese costado demasiado si el chófer que la trajo no las hubiese bajado y colocado en uno de esos carritos del aeropuerto.
-¡No esa no!- se dirigió al chófer cuando despertó de su sueño en vida. Este se dedicaba a colocar en la posición más alta de la torre formada por las maletas, las cámaras y dichos artilugios a los que tenía mucho aprecio.
Decidió llevarla arrastrando con las ruedecillas, y así hasta la zona de facturación de donde dudó por unos segundos si dejarla allí o no, pero no tenía otra opción, así que se despedía de ella con la mano, mientras la veía irse por la cinta.
Tras un tiempo de espera subió rápidamente al avión y la azafata le indicó donde se tenía que sentar tras coger su boleto. Fue poco a poco fijándose bien en los números de los asientos, para no equivocarse y pasar vergüenza como le pasó en otra ocasión.
Era un vuelo directo, así que su padre le compro un boleto en primera clase, lo cual era lo único que le tenía que agradecer de momento de este inesperado viaje. Por fin encontró el asiento. Eran dos filas de dos asientos cada una, eran espaciosos y grandes. Ella esperaba que fuese su mejor vuelo, aunque también esperaba tranquilizarse y no lo consiguió hasta que no se durmió. Pero antes de eso, mientras dejaba su chaqueta en el compartimento que había arriba de los asientos del avión se fijó en el joven que estaba sentado detrás de ella. Lo veía guapísimo. Sus ojos se iban haciendo cada vez más grandes. Pues no se lo creía. Él sentado, distraído con sus auriculares, escuchando música, meneando la cabeza al ritmo de esta, la miro sorprendido y paró en seco. Los dos estaban avergonzados. Uno por creer que estaba haciendo el ridículo, y la otra por haberse quedado embobada. Se sentó corriendo, y se abrochó el cinturón de seguridad, que apretó con fuerza, "Por si acaso...", se decía.
Se quedó con la boca abierta, empezaba a ser interesante aquel viaje. Se recostó un poco y miró su bolsa de mano. Calló en la cuenta de que debía avisar a Alba. Se llevó las manos a la cabeza desesperada. Mientras la azafata avisaba de que en breve comenzaría el vuelo.
-Por favor, abrochasen los cinturones de seguridad.
Hanna pensó en algo. A las diez Alba ya debía estar en el estudio. Así que decidió hacer una vídeo llamada con su portátil desde el avión, rezando para que no hubiesen turbulencias.
Se relajó. Le gustaba sentir aquellas pequeñas cosquillitas en la barriga del despegue. Se cogió con fuerza al asiento después de apagar el móvil.
Se encontraban sobre volando las "afueras de Madrid". Se asomó lo poco que podía por aquella ventana diminuta del avión. De donde observó las nubes que lo cubrían todo a su paso, y no dejaban ver bien el paisaje, pero cogió la cámara, siempre llevaba una consigo, siendo pequeña o grande, según como fuese su bolso o mochila. Las miraba detenidamente, para capturar el momento idóneo. Hizo varias fotos. Se hizo varias fotos. Y en una de ellas, o en varias, intentó capturar a aquel joven que tenía detrás. En una casi lo logra, pero cuando fue a mirar la foto, descubrió que él miraba a la cámara muy extrañado, como si hubiera descubierto su plan fallido, el cual dejó en ese mismo instante. Se colocó los cascos, como signo de rendición, y le dio al play. Sonaba “You” de un cantante coreano al que se aficionó hacía un tiempo. 




Se tranquilizó. Comenzó a mover la pierna al ritmo de la música. Cada canción que sonaba era un mundo, muy significativo por su paso por España, y con cada pista se dormía poco a poco, hasta que cayó. Pues una hora de "siesta" no era suficiente, y aquel cómodo asiento, y aunque no lo hubiese sido, hizo que entrara en un profundo sueño.
Despertó seis horas después, había dormido suficiente, aunque parecía que podría seguir durmiendo lo que quedaba de trayecto pero no quería que el "jet lag" le afectará. Se restregó los ojos con las manos, y se levantó estirándose. Quería ir al aseo. Miró ligeramente hacía detrás. Aquel joven de antes se encontraba dormidito apoyado sobre una almohada que a la vez estaba apoyada a la pared del avión. "Que monisisisimo.", dijo flojito, con una sonrisa pícara. Lo miro de arriba a bajo durante unos segundos, aproximadamente. Tenía la boca abierta, con su cresta rubia que le caía a un lado por la cantidad de pelo. Era coreano, como pudo descubrir por la revista que estaba en el asiento contiguo al suyo. Destacaba demasiado, no era normal ver a un chico con ese color de pelo si no era un cantante, modelo; o simplemente demasiado moderno.
Se dirigió al lavabo, aparte, para aprovechar y estirar las piernas después de aquellas seis horas sentada. Cuando volvió a su asiento cogió el móvil de su bolso para encenderlo y ver si alguien la había llamado. No le sorprendió lo que le llegaban como anotaciones. Una llamada de su padre, cinco de Alba, dos de Andrea, una amiga con la que hizo la carrera de fotografía, y con la tenía un pequeño estudio, en donde hacían la mayoría de sus reportajes. También le llegaron varias llamadas de Cristian, lo cual al principio le pareció extraño, después recordó que lo había citado en "Colorful", así es como se llamaba su estudio; y un último mensaje de un amigo, "¿Dónde estas?", ponía, pero ella sabía que viniendo de él ya era demasiada preocupación.
Al ver las llamadas cogió el portátil pequeño que llevaba en el bolso para poder comunicarse por vía skype con Alba o Andrea, o directamente hablarle al ordenador del estudio. Mientras tardaba en cargarse rezaba para que no hiciera cosas raras el avión.
-¡Por fin!
Traqueteo el programa hasta que pudo verse en la cámara. Solo faltaba que alguien respondiera. "Por favor, conectarse por cam", escribió. A los cinco minutos recibió un mensaje y se conecto la cam.
-¿Sofía? ¿Dónde te has metido?- le preguntó una joven preocupada.
-Hola... sorpresa, estoy rumbo a Corea... Bieen...- le hacía gestos con las manos.
-¡¿Cómo?! ¿Sin avisar?- dijo otra, que acababa de llegar.
-Hola, peque.- le dijo dulcemente.
-Y qué vamos... ¿Y ahora? ¿No podría haber sido más tarde?
-Mucho más tarde.- Hanna se rió con un tono de culpa.
-Mis padres me llamaron esta mañana, a mi también me sorprendió... y mucho.- se recostó en el sillón.
-Pero creíamos que duraríamos hasta las pasarelas del año que viene. Casi tenemos el contrato con Fran para la nueva colección.- le comentó desanimada.
-Bueno, piensa que ahora tendrás...
-Tendremos.- comentó una voz en off.
-Tendréis,- sonrío- hola, David.
-Muy buenas.- le saludó, mientras llevaba una caja a la otra habitación.
-Se la pela.- comentó.
-Bueno, a lo importante. ¿Cuando vuelves?
-No creo que... vaya allí a vivir como hasta ahora...
-No...- replicó cual niña pequeña cuando tiene un berrinche.
-Pero, pero, peero no te pongas así- le sonrío- podemos hacer negocio, allí en España y en Corea.
-Mmm es muy complicado.
-Se puede intentar.
-Vosotras pensarlo, sería algo sencillo, ¿creo? Pero tenéis que estar dispuestas a viajar.
-Hombre eso esta hecho.- se levanto Alba emocionada. Se rieron todas.
-Bueno lo comentaremos mejor cuando vaya a visitarte.
-Te esperaré.
-Bueno, yo me tengo que ir. Voy a salvar nuestra pequeña empresa.- miro a Hanna con cara de reproche, ella sonrío.
-Te quierooo.
-Nos vemos. Y que, ¿estas nerviosa?
-Intentaré que sea un mérito. Oye, Alba, ¿ha ido Cris?
-¿Eh? Sí... Me tocó a mi hacerle la sesión.
-Me siento fatal, se me olvidó por completo, tengo un montón de llamadas suyas.- se echó la mano a la boca.
-Lo sé, lo sé, ¿le digo que venga?
-¿Pero como vas a llamarlo para decirle eso? ¿Estas loca?
-Pero...
-Estará en su casa o algo.
-No, no, Sofía, Cristian sigue aquí, se esta cambiando y ordenando sus cosas.- Hanna se quedo extrañada.- ¿Lo llamo?
-Sí...
Alba se fue hacía la puerta de aquella habitación, que era como un despacho, y gritó contundente el nombre del joven. Hanna se reía de todas aquellas maneras de comportarse de Alba, le parecía una rebelde de pueblo, como decía David, y tenía que admitir que a ella se le había pegado un poco. Cristian se asomo por la puerta. Alba le señalo el ordenador, y este sonrío al mismo tiempo que Hanna.
-¡Cris! Lo siento mucho...- hizo un pequeño puchero.
-Maldita que haces en un avión.
-No seas así, lo siento mucho de verdad.
-No pasa nada Haney, no te lo voy a tener mucho en cuenta.
Él le sonrío dulcemente, una sonrisa de oreja a oreja, que también aparecía en sus ojos marrones, que le encantaban a Hanna. Ella se apoyó en su ordenador observando embobada cada parte de su carita.
-Te voy a echar de menos.
-Y yo a ti.- se hizo un pequeño silencio- Que sepas que me debes una.
-Pídeme lo que quieras.- le guiño el ojo.
-Podríais cortaros un poco.- comentó a lo lejos Alba. Ellos rieron avergonzados.- Oye Sofí, te dejamos, tenemos que editar las fotos del reportaje de Sam, y hemos quedado con él...
-Ahora.
-Tranquilos, a mi me queda mucho trayecto aún... sniff.
-Te queremos.- dijeron al unisono.
-Y yo...- les mando un beso. Cerró el portátil poco a poco.
Las últimas tres horas de trayecto estuvo mirando y remirando el reloj, preguntando a la azafata cuanto quedaba de vuelo, comiendo todo lo que puedo y más, haciendo fotos, escuchando música, y levantándose para observar al "Chico guapo".
El avión llego a su destino. Seul. Kim Hanna recogió su chaqueta del compartimento de arriba, chocando se ligeramente con aquel joven, y todo por querer salir rápido del avión, así que se disculpó y salió. Esperó pacientemente con un gran carro para las maletas a que salieran una a una todas por aquella cinta. Por fin divisó las suyas, y las fue cogiendo y colocando como si aquello se tratara de un tetrix. Pero una de ellas le pareció pesar menos que antes. Pero continuó, se movió un poco, intentando encontrar el reloj del aeropuerto. Y avanzando hacia la salida notó que alguien le tocó el hombro.
-Excuse me, miss.- ella se giró apurada.
Era el joven de avión, que le sonreía mientras se tocaba el pelo con la mano izquierda.
-¡Omo! Que susto.
-Lo siento.- agachó la cabeza.
-Anny, gwenchanna.(No, esta bien) Dime, ¿qué querías?
-Pues... que me he dado cuenta que sería muy extraño ponerme tu ropa, y prefiero devolverte la maleta.
La cara de Kim Hanna fue cambiando a lo largo de esa frase.
-¿Cómo?- fue corriendo a mirar aquella maleta "extraña" que antes no pesaba suficiente.- OMO, jeongmal jeosong haeyo... (de verdad lo siento mucho)- le dijo avergonzada mientras intercambiaban sus maletas.
-No pasa nada un error lo tiene cualquiera.- siempre con una sonrisa en los labios.
-Jeosong haeyo... (lo siento mucho) Por cierto, mi nombre es Kim Hanna.
-Encantado, yo soy Lee KiBum, la próxima vez procura poner tu nombre en las maletas, o algo, te resultará más fácil no perderlas.
-Cierto.- le señaló- Buen consejo, te juro hacerlo.
Los dos comenzaron a andar por aquel aeropuerto.
-¿Y qué te trae por Seul?
-Vengo a ver a mi familia y a trabajar.
-¡Oh! ¿Tú familia vive aquí?
-Si...- le respondió- Lo que ocurre... es que soy adoptada.- él se quedó pensativo y al mismo tiempo sorprendido, mientras asentía con la cabeza.- Esto no lo suelo decir hasta la tercera cita, pero...- él comenzó a reírse flojito.
-Entonces vamos demasiado rápido, ¿no? Del beso ya ni hablamos.
Los dos rieron cómodamente en aquel pequeño ratito, y se hizo un silencio.
-Bueno, yo esperare aquí.
-Dee (Sí), de acuerdo.
-¡Ah! Y espero esa segunda cita.
Ella ruborizada condujo su carrito de maletas hacía una máquina de café, la cual le costó encontrar, ya que no sabía manejarse por esos lugares, bueno, ni ahora ni antes.
Dejó su chaqueta y el bolso encima de las demás, y llevaba en una mano el café y en la otra como podía, arrastraba el carro de maletas de forma inversa. Iba andando de manera extraña intentando que el carro no chocase con nada, y para cuando se quiso dar cuenta ella chocó con algo, y por desgracia el café se derramó encima suya, y en la de alguien más.
Mientras Hanna notaba como la camiseta, empapada, se le iba pegando a la piel, miro hacia abajo. Se le cayeron las gafas, que pasaron de sujetar su pelo a modo de diadema a la punta de su nariz. Escuchó un murmulló. Aunque en verdad eran los chillidos de un joven, pero ella estaba en su mundo, palpando, con la boca abierta, su mancha de café.
-¿Pero qué haces? ¿Es qué no miras por donde vas?
Hanna levantó la cabeza. Observó ligeramente la camisa de aquel joven, que ahora era marrón y se encontraba empapada.
-Omo, jaeseong haeyo, mianhaeyo... (lo siento mucho, lo siento...)- se echó la mano a la boca.
-Mianhaeyo? (¿Lo siento?) La próxima vez no vayas mirando al techo.
-¿Perdona?... Y a ver si tú dejas de mirar tanto el móvil y estas en lo que estas.
-¿Pero quién te crees que eres?
-Alguien que no quiere perder el tiempo con idiotas con complejo del rey del camino.- respondió contundente.
-¿Tú sabes quién soy?- le ignoró ese comentario de superioridad, él la cogió del brazo.- ¡Ya! ¿Has visto como me has puesto?
-Weo?! (¿Qué?) ¿Crees que yo no me he manchado? Aquí cada uno "apechuga con lo suyo".
-Esto me lo vas a pagar.
-Pero si es una manchita de nada.- exageró.
-¡¿Una manchita?!
-¿Quieres ver lo que es una mancha?
En ese momento no se dio cuenta de nada, ni de la gente que miraba indignada alrededor, ni los paparazzi,... solo actuó. "Puro instinto.", pensó. Y derramó el café que quedaba en el vaso por encima de la cabeza del joven. No lo pensó. Salió corriendo lo más rápido que pudo. Y él se quedó inmóvil notando como él café caía poco a poco por su pelo y lo empapaba todo, incluso el suelo del aeropuerto.
Él abrió los ojos. Veía como ella corría con su carrito, y comenzó a correr detrás suya para poder alcanzarla. Cuando pudo alcanzarla la agarró del brazo fuertemente. Los dos se quedaron mirándose unos segundos, como si el tiempo se hubiese detenido, esa misma escena les sonaba, incluso les sonaba la persona. "¿Quién es?" "No puede ser", pensó Kim Hanna. Reconocía aquella cara, esos ojos negros, no los había olvidado, y ahora parecía recordar su carácter altanero, lo que no le cuadro fue su pelo rubio oxigenado.
Él igual, creía que estaba viendo un espejismo pero no quiso creerlo. Notó como ella se soltaba bruscamente y se iba sin decir nada. Se quedó con las palabras en la boca, aunque no iba a decir nada del otro mundo. Recibió en ese instante una llamada. Miró el móvil. "Lee KiBum", ponía. Lo cogió.
-Dee...- decía desconcertado mientras veía como se marchaba.- ya, ya voy..., mmm, dee, mianh. (Sí, lo siento)

. . .

Kim Hanna apurada se monto en un taxi, e indicándole al conductor de cualquier manera la dirección, se colocó el cinturón, y espero impaciente, nerviosa y pensativa mientras aquel taxi la llevaba a su destino. "No puede ser que sea él.", dudaba; "¿Esta cada vez más insoportable, o soy yo que no lo aguanto?", pensaba; "¿Y ese pelo?". No entendía nada, sobre todo lo último.
Cuando llegó a las puertas de su casa y tocó el timbre, Lin, una joven de veintiocho años que trabajaba allí como empleada, salió a recibirla. Hacía dos años que trabajaba allí pero Hanna la conocía y eran muy amigas. A parte de ella, otras dos empleadas salieron a ayudarla con las maletas.
-Señorita, es un placer tenerla de nuevo en casa.- las demás asintieron, y le dedicaron una reverencia.
-Gracias, Lin. ¡Oh! Tener cuidado pesa mucho. Todos... ¿están durmiendo?
-No señorita, su padre y su abuelo ya están despiertos desde hace un tiempo, anoche calcularon a la hora en que llegaría su vuelo para poder verla llegar, pero usted sabe que siempre se despiertan muy temprano.- sonrío.
-Arasseo. (Lo sé)
Entraron todo dentro y lo dejaron en el hall. Kim hanna salió disparada a abrazar a su padre, que la estaba esperando, y este la levanto del suelo dándole un gran abrazo.
-¡Mi pequeña!- exclamó, recibiendo un beso en la mejilla.
-Hal-abeoji! (¡Abuelo!)- dijo sorprendida cual niña de tres años, cuando vio a su abuelo detrás del sofá.
Fue corriendo hacia el, y él, por puro instinto, se iba alejando.
-Me vas ha hacer daño.- apretó con más fuera.
-Hal-abeoji. (Abuelo)
-Me vas a ahogar Hanna-ni.- no dejaba de abrazarlo.- Kim Hanna. Lo soltó.
-Es que hacía mucho tiempo que no te veía.- resultaba similar a una niña con juguetes nuevos.- ¿Y la abuela?
-Aigo! A esa ni me la nombres.- se sentó en el sofá de manera indignada.
-Wae? (¿Por qué?)
-Veo que lo has traído todo.- le dijo su padre.
-Dee... Keunde, hal-abeoji, (Sí.... entonces, abuelo) ¿qué ha pasado?
-Aigoo... Un dolor, apa, apa. (duele, duele)- se llevó la mano a la nuca quejándose.
-Nada. ¿Cómo pasaste el viaje?
-Bien, no sé,- miraba a su abuelo- ¿alguien me explica? ¿Lin?- miro a la pobre muchacha que agachaba la cabeza.
-¡Qué tu abuela es una desvergonzada!- la cara de sorpresa y risa de Hanna era inexplicable.
-Aigoo, Kim JoonYoung.- dijo una voz femenina, que se encontraba en bata, por lo alto de la escalera- No diga eso abeoji. Jebal. (Por favor)
-Umma!
-Yo solo digo la verdad.- replicaba el abuelo.
La madre fue rápidamente a abrazarla, en ese momento la aplastada era Kim Hanna. Esta le colocó el pelo, le apachurró la cara, la abrazó de nuevo y se sentaron en el sofá entre preguntas como: "¿Comiste en el avión? ¿O tienes hambre?", "¿Qué tal el viaje? ¿Se hizo largo?",...
-Bueno... Pero yo quiero saber. Eotteon halmeonie museun il? (¿Qué pasa con la abuela?)
-Tu abuela esta de viaje con un "chaval" veinte años menos.- reprochaba aún el abuelo.
-Weo? (¿Qué?)- quedó desconcertada.- Mira, eso si que no me lo esperaba. ¿Eso es verdad?- preguntó de nuevo aún más desconcertada.
-Sí, hija, sí.- afirmó su madre.
-FLIPO. Geuligo samchon-ni? (¿Y el tío?)- su abuelo volvió a quejarse otra vez del cuello a la vez que su padre se levanto del un salto cruzándose de brazos.
-Creo que deberías dejar de hacer preguntas...-le susurró la madre.
-Dee, jebal. (Sí, por favor)- le sugirió firmemente su padre.
-Ese otro que tal. ¡Algún día me matan de un disgusto!
-Vaya, y yo que creía que os era un quebradero de cabeza y no soy la única.- sonrió.
-Tú eres algo bueno el día de hoy, eomma a saber donde esta, dongsaeng (hermano pequeño) también, no podemos hacer bien una junta porque nunca esta... uff.- se desesperó.
Kim BeakAh se levantó y lo abrazó por detrás.
-Joyonghan honey, (Tranquilo) no te alteres mucho, y tu tampoco abeoji.
En aquella casa habían pasado muchas cosas, lo de su tío, Hanna se lo esperaba, era él típico hombre con éxito, un modelo guapo y empresario, al que le gustaba viajar y las mujeres, y que más de una vez fue a visitarla a España sin ningún compromiso, ni fecha de ida o de vuelta. Pero la noticia de su abuela, si que había sido impactante para ella, todavía le costaba creérselo. Y a lo que tampoco daba crédito era a porque no se o habían contado antes.

. . .


En el momento que se quedó solo, después de la llamada de Lee KiBum, en aquel aeropuerto con todo el cuerpo empapado de café y viendo como se marchaba, tuvo claro que su futuro a partir de aquellos segundos no iba a ser igual, venían los cambios.
Fue notando poco a poco los "flashes" de las cámaras y como la gente se iba acercando más y más. Escuchaba su nombre por todas partes, estaba en toda conversación y en lo único que pensó fue en salir corriendo de allí, como hizo ella. No lo pensó. Corrió y corrió hasta que llego hasta aquella mono-volumen, una especie de furgoneta grandísima y muy característica de los Idols. Abrió la puerta bruscamente, se sentó rápido, y cerró la puerta de la misma manera, alterando al conductor, su manager.
-OMO! JoonChae!- pegó un salto del asiento del conductor- ¡Me vas a matar de un susto! Omo...- lo miro detenidamente- ¿Estas sucio? ¿Con que..?
JoonChae lo miro de reojo colocándose el cabello mojado para atrás. Refunfuñó un poco cuando cayó en la cuenta de KiBum.
-Ya... Choi JoonChae... Museun il...? (¿Qué pasa?)
-Calla.- el teléfono estaba sonando- Yeobushaeyo? Ya, palli, palli, (¿Diga? Eh, rápido, rápido) sal fuera del aeropuerto, Byun KyungDae te estará esperando para acompañarte al coche, y que subas sin problemas- Lee KiBum no entendía nada al otro lado del teléfono, su amigo no le había explicado nada detenidamente, y él no necesitaba en ese momento razones, solo quería salir de aquel aeropuerto.- Hyung, palli, jebal (hermano, rápido, por favor) escolta hasta aquí a KiBum.- le dijo a su manager.
-Meonjeo "palli", da-eum "jebal". Aigoo, dangsin, aish. (Primero "rápido", después "por favor". Dios mío, tú, aish) Y no me explicas nada. Da-eum...
-Dee, dee, da-eum, da-eum, palliiii. (Sí, sí, luego, luego, rápido)
El manager salió apurado y lloriqueando de aquel vehículo intentando pasar entre la oleada de periodistas y fans que lo rodeaban. Corrió como pudo. Choi JoonChae cerró las puertas del coche por dentro antes de que ocurriera algo extraño, miraba por las ventanillas tintadas como la gente se iba centralizando alrededor del coche.
Saco de una bolsa, que tenía en los asientos de detrás, una toalla, se la colocó en la cabeza y se empezó a secarse el pelo con rabia. Se la dejo en la cabeza, y miró la mitad de su cara que no estaba tapada por la toalla en el reflejo del espejo que tenía. Se la fue quitando poco a poco, mientras iba descubriendo su rostro. Se vio raro, se sentía raro, aquel pelo mojado rubio, que tocó con una mano, le parecía diferente, y procedió a pasar aquella misma mano en sentido contrario por su cara hasta llegar al mentón. 

Se preguntaba que había ocurrido hace cinco minutos, que le había hecho reaccionar así, porque no la había reconocido desde el principio, porque cuando la miró a los ojos un vacío se produjo en su interior. Ella ya no era una niña con la que jugar al fútbol, ya no era aquella una adolescente que le hacía fotos a cada planta, cada paisaje y persona que veía. Sus ojos marrones claros, los cuales al sol recordaba perfectamente que se volvían de un tono verdoso, los sintió asustados, extrañados, pero sobre todo enfadados. Él todavía se preguntaba porque se fue hace ocho años a España, sin poder comunicarse con ella. Nadie le dijo cuando se fue, nadie le dijo a dónde, ni exactamente por qué. Solo Park YooNa le resolvió algunas dudas. Pero nadie le quiso decir por qué aquella mañana estaba tan enfadada con él, por qué discutieron ese día y por qué jamás la volvió a ver. "Ya no es lo mismo JoonChae oppa... os distanciasteis demasiado, y las cosas... aigoo no quiero decir esto, no pienses más... arasseo?". Todo aquello entraba en su cabeza como un gran tsunami, inundando su mente, y entrando en shock repentinamente.
Despertó al escuchar tocar el cristal del coche fuertemente. Miró. Eran ellos, parecía que el tiempo había volado. Quitó el pestillo, y KiBum entró rápidamente al asiento del copiloto. Mientras Byun KyungDae, intentaba guardar la maleta de este en el maletero, apartando a las personas que rodeaban el coche, que dificultaban su tarea.
-¡Ya! ¿Qué ha pasado?- le dijo Lee KiBum colocándose en el asiento de al lado de JoonChae con aquel tono pasota.
-¿Eh? Amugeosdo. Yeohaeng eottaess ni? (No lo sé. ¿Cómo fue el viaje?)- le prestó atención.
-Sure? Parece que tuviste un percance.
-Dee... Eotteon, ya te contare, ahora no estoy de humor.- entró agotado Byun KyungDae, y se sentó exhausto en el asiento del conductor.
-Puff..., casi me matan allí fuera.-suspiró.
-Cuanto revuelo montas.- sonrío ligeramente JoonChae.
-Bueno... te dije que te recogería y que pasaríamos la tarde juntos, pero a mi padre le ha dado por las cenas familiares últimamente, y él controla mi carrera, así que...
-Joyonghan, (Tranquilo) tampoco tengo muchas ganas de salir, las doce horas de vuelo me han dejado muerto.
Los dos sonrieron aliviados.
-Entonces te llevo a tu casa.
-Oído cocina...
-Eotteon... Yeohaeng... (Entonces... El viaje...)
-Mmm, dee, España es precioso, me gusto mucho ir a un sitio nuevo y distinto, cambiar de aire, y relajarme del trabajo, el hospital me abruma a veces.
-Aigoo, te entiendo perfectamente.- se recostaron a la vez y rieron por un rato.
Volvían a ser los de antes, se notaba su amistad desde lejos.


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