Eran
las cinco de la mañana cuando, en aquel apartamento de dos cuartos,
dormía en uno de ellos, como si el sueño la hubiera atrapado, una
joven de veinticuatro años. Dormía sobre la colcha de una gran
cama, vestida con una falda pomposa a rayas y una camiseta de rejilla
corta, que dejaba ver un sujetador negro de encaje. La habitación
estaba hecha un desastre, los zapatos de tacón tirados de cualquier
forma. En una mesa, colocada en frente de una ventana solo se veían
papeles dispuestos de cualquier manera, fotografías, un portátil
entreabierto y algún que otro lápiz y bolígrafo. En un sillón,
estilo francés con orejas de color rojo, había ropa acomodada con
prisa y sin ninguna preocupación. El único armario que había,
abierto de par en par. Y una de las lamparas de las dos mesitas de
noche encendida.
En
ese instante comenzó a sonar una canción. Una dulce melodía de
guitarra que hizo que la joven se deslizara por la cama y cambiará
de posición. La música paró de sonar, pero no tardó mucho en
volverse a escuchar. Esta vez hizo levantar medio cuerpo de la joven,
que con los ojos medio cerrados trataba de hallar de donde provenía
la melodía. Era su móvil lo que estaba buscando. Se levantó de un
salto y gracias a la poca luz que había fue a mirar debajo de la
cama. Allí estaba su bolso, y en el interior de este su móvil.
Deslizó
como pudo el icono correspondiente para coger la llamada y se tumbó
en la cama colocándose el móvil en la oreja de manera que no lo
sujetaba con la mano. No le dio tiempo a decir nada cuando al otro
lado del teléfono se escuchaba a una mujer un tanto agobiada
hablándole en coreano.
-Yobuseyo?
Tal? ¿Kim Hanna? Nugu?- la joven apartó corriendo la cabeza del
teléfono que cayó automáticamente en la cama.
Lo
volvió a coger y dijo extrañada:
-Umma? (¿Mamá?)
-Omo,
gwenchanh-a? Eodi isseoyo? (¿Estás bien? ¿Dónde estás?)- suspiró- Nos tenías preocupada
Hanna-ni.
-Umma,
relax... Jebal (por favor), ¿sabes qué hora es?- dijo intentando
reincorporarse, y pasando la mano por su cara como signo de estrés.
-¿Kim
Hanna?- preguntó un hombre de voz fuerte, lo cual la sorprendió.-
Necesito que vengas a corea.
-Omo jeobo (cariño), no seas así, hace dos meses que no la ves.
-Appa? (¿Papá?)- le contestó, pero estos ni caso le hacían.
-Pues por eso, quiero que venga cuanto antes.
-Te dije antes que esto iba a ser muy inesperado para ella.
-Y tanto...- continuó la joven viendo que al parecer no querían que
participase en la conversación.
-Que se acostumbre.- afirmó rotundo su padre- Kim Hanna-ya.
-Dee (Sii)...
-Quiero que vengas a Corea a trabajar en la empresa, te necesito más
que nunca.
Esas últimas palabras de su padre recayeron en ella como una gran
avalancha de problemas, de los cuales un día escapó y no quería
volver a repetir.
-Hazlo por el bien de la empresa y de la familia.- ella guardó
silencio, su cara pálida comprendía que las cosas iban mal y que la
necesitaban más que nunca.
-Dee.- dijo contundente.
-Saranghae Hanna-ni. (Te quiero)
-Umma...- ellos no lo sabían pero aquella lágrima que caía
lentamente por su mejilla no iba a ser la única.- Arasseo. (Lo sé)
-Por cierto... pensé que cuanto antes mejor, así que dentro de dos
horas te recogerá un chófer que alquile, para que no tengas que
coger ningún otro transporte.
Hanna se separó el móvil de la oreja para mirar a hora, eran las
cinco de la mañana.
-Oh...- dijo sorprendida al ver que solo había dormido una misera
hora después de haber llegado de fiesta por el cumpleaños de Alba,
una de sus compañeras de trabajo, la cual conoció en aquellos
cursos de fotografía que tomó años atrás- Pues... debería
empezar a empacar ya.
-Entonces te dejamos.
-Seguro que tienes demasiadas cosas.
-Y recuerdos...- respondió triste mirando a su alrededor.
Iba a dejar aquella ciudad española que la había acogido como si
hubiese estado siempre allí. Sus padres se despidieron de ella muy
tiernamente, y ella igual. Fue junto a la ventana y comenzó a subir
aquella persiana moderna que Ana, su vecina y amiga, le había dicho
de comprar, era azul y lila, aunque eso para ella no era lo
importante. Cuando la subió del todo, comprendió que iba a dejar el
refugio que por casi seis años la había hecho cambiar y olvidar
muchas cosas, aunque otras muchas seguían insistiendo en sus
recuerdos. Pero dentro de ella había algo que quería volver...
Claro está, una de esas cosas era que extrañaba a su familia más
que a nada, pero le apetecía hablar con sus amigos, pocos... pero
buenos amigos.
Cerró sus ojos e inspiro durante largo tiempo, y expulsó todo el
aire que podía tras abrir sus ojos, y contemplar aquella maravillosa
vista del centro de Madrid. Se había acostumbrado a sus calles y al
tráfico, ir a Seul no iba a ser diferente. Porque no quería
quedarse a las afueras de la ciudad en aquella mansión donde se
crió, claro está.
Se quedó unos minutos mirando las luces de la Madrid nocturna, y
cuando despertó del shock y miro la hora, encendió la luz del
cuarto, puso sus manos en la cintura, miró a su alrededor, y no cayó
desplomada del susto, pero casi, al ver aquel alboroto de habitación.
Fue a buscar al segundo cuarto del piso las maletas. Aquellas cinco
maletas que compró, y de las que solo dos de ellas eran iguales. Lo
cual de cinco maletas, estaba bien, según decía ella.
Comenzó
a llenar aquellas maletas con toda la ropa que había por el cuarto. Guardada en los armarios y en cajones, la
colocó de cualquier manera en las maletas, pues tenía demasiada prisa. Tuvo que sentarse encima de ellas para
poder cerrar las dos primeras, otras dos sirvieron para zapatos y
otras cosas, y con la última hizo una especie de "tetrix"
para que pudieran caber los trípodes, las lentes, etc... todos los
instrumentos que compró y que por nada del mundo los dejaba allí.
Aparte de algún que otro portátil.
-De acuerdo, tengo que recordar que en una de las maletas azul
oscuro esta lo frágil.- se dijo en voz alta- Debería ponerles
alguna pegatina...- pero en ese momento se quedó pensando y se
dijo.- ¿Qué hora es?- toco su falda, y cayó en la cuenta de que
no llevaba bolsillos.- ¿Y mi móvil?- siempre le pasaba lo mismo,
pensaba.
Cuando lo encontró vio que le quedaba solo media hora, para poder
ducharse, vestirse, maquillarse, aunque esto último no le importaba
mucho; bajar las maletas, y llegar a tiempo a coger el vuelo. Lo más
importante.
Por
lo que se metió a la ducha, recogiéndose con un moño aquella
melena larga que se había dejado crecer, y que cuidó durante tres
años para que siguiera de aquel marrón caoba claro, que le
encantaba y del que estaba segura que se acabaría hartando. Se ducho
lo más rápido posible, y se vistió con la ropa que había dejado
preparada en la cama. Aquellas vans
de leopardo que sus amigas de España le regalaron y apreciaba más
que nada, sus pantalones negros rotos con media de encaje, y una
camiseta con un leopardo, preciosa según Ana, a la cual recortó las
mangas para que le quedara mejor. Según ella, a ese cuerpecito,
aunque no lo creyera la gente, no todo le quedaba bien. Y por último,
cogió dos chaquetas una más fina para el trayecto y un abrigo por
si le entraba más frío.
Ya eran las siete y veinte cuando terminó de maquillarse sutilmente
con un delineador negro y poniéndose "cacao" en los labios,
cuando decidió mirar por la ventana por si veía algún coche
sospechoso, algo lo más parecido a un taxi. Se asomó por esta y lo
que pudo ver no fue el taxi esperando.
-No puede ser...- dijo estupefacta.
Una limusina la estaba esperando o por lo menos ese era el único
coche aparcado en frente de su casa. Se colocó sus gafas retro y
comenzó a bajar las maletas por el ascensor. Cogió su enorme bolso,
y saludó al chófer cuando la nombró, "Señorita Sofía.".
Estaba segura de que ese nombre a partir de ahora lo escucharía
poco.
Ayudó a aquel hombre a subir las maletas. No se fiaba mucho, así
que la maleta frágil la subieron poco a poco, "Por favor tenga
cuidado.", decía sofocada. Para ser las siete y media de la
mañana había mucho movimiento por la calle, así que se quedó
mirando por unos segundo y subió al coche decidida. El mismo ritual
que años atrás hizo cuando se fue de Corea.
El trayecto hacia el aeropuerto fue corto, o eso le pareció, pues
iba con sus cascos puestos y solo miraba por la ventana nostálgica,
aunque feliz. En algunos momentos llegaba a ser un poco bipolar, o
eso le decía uno de los modelos que fotografío tantas veces que
llegaron a tener una gran amistad, al final del todo.
En cada paso que daba se le venían cada uno de sus amigos a la
cabeza. Con lo que sacar las maletas hubiese costado demasiado si el
chófer que la trajo no las hubiese bajado y colocado en uno de esos
carritos del aeropuerto.
-¡No esa no!- se dirigió al chófer cuando despertó de su sueño en
vida. Este se dedicaba a colocar en la posición más
alta de la torre formada por las maletas, las cámaras y dichos
artilugios a los que tenía mucho aprecio.
Decidió llevarla arrastrando con las ruedecillas,
y así hasta la zona de facturación de donde dudó por unos segundos
si dejarla allí o no, pero no tenía otra opción, así que se
despedía de ella con la mano, mientras la veía irse por la cinta.
Tras un tiempo de espera subió rápidamente al avión y la azafata le indicó donde se tenía
que sentar tras coger su boleto. Fue poco a poco fijándose bien en
los números de los asientos, para no equivocarse y pasar vergüenza
como le pasó en otra ocasión.
Era un vuelo directo, así que su padre le compro un boleto en
primera clase, lo cual era lo único que le tenía que agradecer de
momento de este inesperado viaje. Por fin encontró el asiento. Eran
dos filas de dos asientos cada una, eran espaciosos y grandes. Ella
esperaba que fuese su mejor vuelo, aunque también esperaba
tranquilizarse y no lo consiguió hasta que no se durmió. Pero antes
de eso, mientras dejaba su chaqueta en el compartimento que había
arriba de los asientos del avión se fijó en el joven que estaba sentado detrás de ella. Lo veía guapísimo. Sus ojos se iban
haciendo cada vez más grandes. Pues no se lo creía. Él sentado,
distraído con sus auriculares, escuchando música, meneando la
cabeza al ritmo de esta, la miro sorprendido y paró en seco. Los dos
estaban avergonzados. Uno por creer que estaba haciendo el ridículo,
y la otra por haberse quedado embobada. Se sentó corriendo, y se
abrochó el cinturón de seguridad, que apretó con fuerza, "Por
si acaso...", se decía.
Se quedó con la boca abierta, empezaba a ser interesante aquel
viaje. Se recostó un poco y miró su bolsa de mano. Calló en la
cuenta de que debía avisar a Alba. Se llevó las manos a la cabeza
desesperada. Mientras la azafata avisaba de que en breve comenzaría
el vuelo.
-Por favor, abrochasen los cinturones de seguridad.
Hanna pensó en algo. A las diez Alba ya debía estar en el estudio.
Así que decidió hacer una vídeo llamada con su portátil desde el
avión, rezando para que no hubiesen turbulencias.
Se relajó. Le gustaba sentir aquellas pequeñas cosquillitas en la
barriga del despegue. Se cogió con fuerza al asiento después de
apagar el móvil.
Se
encontraban sobre volando las "afueras de Madrid". Se asomó
lo poco que podía por aquella ventana diminuta del avión. De donde
observó las nubes que lo cubrían todo a su paso, y no dejaban ver
bien el paisaje, pero cogió la cámara, siempre llevaba una
consigo, siendo pequeña o grande, según como fuese su bolso o
mochila. Las miraba detenidamente, para capturar el momento idóneo.
Hizo varias fotos. Se hizo varias fotos. Y en una de ellas, o en
varias, intentó capturar a aquel joven que tenía detrás. En una
casi lo logra, pero cuando fue a mirar la foto, descubrió que él
miraba a la cámara muy extrañado, como si hubiera descubierto su
plan fallido, el cual dejó en ese mismo instante. Se colocó los
cascos, como signo de rendición, y le dio al play.
Sonaba
“You” de un cantante coreano al que se aficionó hacía un tiempo.
Se tranquilizó. Comenzó a mover la pierna al ritmo de la música. Cada canción que sonaba era un mundo, muy significativo por su paso por España, y con cada pista se dormía poco a poco, hasta que cayó. Pues una hora de "siesta" no era suficiente, y aquel cómodo asiento, y aunque no lo hubiese sido, hizo que entrara en un profundo sueño.
Se tranquilizó. Comenzó a mover la pierna al ritmo de la música. Cada canción que sonaba era un mundo, muy significativo por su paso por España, y con cada pista se dormía poco a poco, hasta que cayó. Pues una hora de "siesta" no era suficiente, y aquel cómodo asiento, y aunque no lo hubiese sido, hizo que entrara en un profundo sueño.
Despertó
seis horas después, había dormido suficiente, aunque parecía que
podría seguir durmiendo lo que quedaba de trayecto pero no quería
que el "jet lag"
le afectará. Se restregó los ojos con las manos, y se levantó
estirándose. Quería ir al aseo. Miró ligeramente hacía detrás.
Aquel joven de antes se encontraba dormidito apoyado sobre una
almohada que a la vez estaba apoyada a la pared del avión. "Que
monisisisimo.", dijo flojito, con una sonrisa pícara. Lo miro
de arriba a bajo durante unos segundos, aproximadamente. Tenía la
boca abierta, con su cresta rubia que le caía a un lado por la
cantidad de pelo. Era coreano, como
pudo descubrir por la revista que estaba en el asiento contiguo al
suyo. Destacaba demasiado, no era normal ver a un chico con ese color
de pelo si no era un cantante, modelo; o simplemente demasiado
moderno.
Se
dirigió al lavabo, aparte, para aprovechar y estirar las piernas
después de aquellas seis horas sentada. Cuando volvió a su asiento
cogió el móvil de su bolso para encenderlo y ver si alguien la
había llamado. No le sorprendió lo que le llegaban como
anotaciones. Una llamada de su padre, cinco de Alba, dos de Andrea,
una amiga con la que hizo la carrera de fotografía, y con la tenía
un pequeño estudio, en donde hacían la mayoría de sus reportajes.
También le llegaron varias llamadas de Cristian, lo cual al
principio le pareció extraño, después recordó que lo había
citado en "Colorful",
así
es como se llamaba su estudio; y un último mensaje de un amigo,
"¿Dónde estas?", ponía, pero ella sabía que viniendo de
él ya era demasiada preocupación.
Al
ver las llamadas cogió el portátil pequeño que llevaba en el bolso
para poder comunicarse por vía skype
con Alba o Andrea, o directamente hablarle al ordenador del estudio.
Mientras tardaba en cargarse rezaba para que no hiciera cosas raras
el avión.
-¡Por fin!
Traqueteo el programa hasta que pudo verse en la cámara. Solo
faltaba que alguien respondiera. "Por favor, conectarse por
cam", escribió. A los cinco minutos recibió un mensaje y se
conecto la cam.
-¿Sofía? ¿Dónde te has metido?- le preguntó una joven
preocupada.
-Hola... sorpresa, estoy rumbo a Corea... Bieen...- le hacía gestos
con las manos.
-¡¿Cómo?! ¿Sin avisar?- dijo otra, que acababa de llegar.
-Hola, peque.- le dijo dulcemente.
-Y qué vamos... ¿Y ahora? ¿No podría haber sido más tarde?
-Mucho más tarde.- Hanna se rió con un tono de culpa.
-Mis padres me llamaron esta mañana, a mi también me sorprendió...
y mucho.- se recostó en el sillón.
-Pero creíamos que duraríamos hasta las pasarelas del año que
viene. Casi tenemos el contrato con Fran para la nueva colección.-
le comentó desanimada.
-Bueno, piensa que ahora tendrás...
-Tendremos.-
comentó una voz en off.
-Tendréis,- sonrío- hola, David.
-Muy buenas.- le saludó, mientras llevaba una caja a la otra
habitación.
-Se la pela.- comentó.
-Bueno, a lo importante. ¿Cuando vuelves?
-No creo que... vaya allí a vivir como hasta ahora...
-No...- replicó cual niña pequeña cuando tiene un berrinche.
-Pero, pero, peero no te pongas así- le sonrío- podemos hacer
negocio, allí en España y en Corea.
-Mmm es muy complicado.
-Se puede intentar.
-Vosotras pensarlo, sería algo sencillo, ¿creo? Pero tenéis que
estar dispuestas a viajar.
-Hombre eso esta hecho.- se levanto Alba emocionada. Se rieron todas.
-Bueno lo comentaremos mejor cuando vaya a visitarte.
-Te esperaré.
-Bueno, yo me tengo que ir. Voy a salvar nuestra pequeña empresa.-
miro a Hanna con cara de reproche, ella sonrío.
-Te quierooo.
-Nos vemos. Y que, ¿estas nerviosa?
-Intentaré que sea un mérito. Oye, Alba, ¿ha ido Cris?
-¿Eh? Sí... Me tocó a mi hacerle la sesión.
-Me siento fatal, se me olvidó por completo, tengo un montón de
llamadas suyas.- se echó la mano a la boca.
-Lo sé, lo sé, ¿le digo que venga?
-¿Pero como vas a llamarlo para decirle eso? ¿Estas loca?
-Pero...
-Estará en su casa o algo.
-No, no, Sofía, Cristian sigue aquí, se esta cambiando y ordenando
sus cosas.- Hanna se quedo extrañada.- ¿Lo llamo?
-Sí...
Alba se fue hacía la puerta de aquella habitación, que era como un
despacho, y gritó contundente el nombre del joven. Hanna se reía de
todas aquellas maneras de comportarse de Alba, le parecía una
rebelde de pueblo, como decía David, y tenía que admitir que a ella
se le había pegado un poco. Cristian se asomo por la puerta. Alba le
señalo el ordenador, y este sonrío al mismo tiempo que Hanna.
-¡Cris! Lo siento mucho...- hizo un pequeño puchero.
-Maldita que haces en un avión.
-No seas así, lo siento mucho de verdad.
-No pasa nada Haney, no te lo voy a tener mucho en cuenta.
Él le sonrío dulcemente, una sonrisa de oreja a oreja, que también
aparecía en sus ojos marrones, que le encantaban a Hanna. Ella se
apoyó en su ordenador observando embobada cada parte de su carita.
-Te voy a echar de menos.
-Y yo a ti.- se hizo un pequeño silencio- Que sepas que me debes
una.
-Pídeme lo que quieras.- le guiño el ojo.
-Podríais cortaros un poco.- comentó a lo lejos Alba. Ellos rieron
avergonzados.- Oye Sofí, te dejamos, tenemos que editar las fotos
del reportaje de Sam, y hemos quedado con él...
-Ahora.
-Tranquilos, a mi me queda mucho trayecto aún... sniff.
-Te queremos.- dijeron al unisono.
-Y yo...- les mando un beso. Cerró el portátil poco a poco.
Las últimas tres horas de trayecto estuvo mirando y remirando el
reloj, preguntando a la azafata cuanto quedaba de vuelo, comiendo
todo lo que puedo y más, haciendo fotos, escuchando música, y
levantándose para observar al "Chico guapo".
El
avión llego a su destino. Seul. Kim Hanna recogió su chaqueta del
compartimento de arriba, chocando se ligeramente con aquel joven, y todo por
querer salir rápido del avión, así que se disculpó y salió.
Esperó pacientemente con un gran carro para las maletas a que
salieran una a una todas por aquella cinta. Por fin divisó las
suyas, y las fue cogiendo y colocando como si aquello se tratara de
un tetrix. Pero
una de ellas le pareció pesar menos que antes. Pero continuó, se
movió un poco, intentando encontrar el reloj del aeropuerto. Y
avanzando hacia la salida notó que alguien le tocó el hombro.
-Excuse me, miss.- ella se giró apurada.
Era el joven de avión, que le sonreía mientras se tocaba el pelo
con la mano izquierda.
-¡Omo! Que susto.
-Lo siento.- agachó la cabeza.
-Anny, gwenchanna.(No, esta bien) Dime, ¿qué querías?
-Pues... que me he dado cuenta que sería muy extraño ponerme tu
ropa, y prefiero devolverte la maleta.
La cara de Kim Hanna fue cambiando a lo largo de esa frase.
-¿Cómo?- fue corriendo a mirar aquella maleta "extraña"
que antes no pesaba suficiente.- OMO, jeongmal jeosong haeyo... (de verdad lo siento mucho)- le
dijo avergonzada mientras intercambiaban sus maletas.
-No pasa nada un error lo tiene cualquiera.- siempre con una sonrisa
en los labios.
-Jeosong haeyo... (lo siento mucho) Por cierto, mi nombre es Kim Hanna.
-Encantado, yo soy Lee KiBum, la próxima vez procura poner tu nombre
en las maletas, o algo, te resultará más fácil no perderlas.
-Cierto.- le señaló- Buen consejo, te juro hacerlo.
Los dos comenzaron a andar por aquel aeropuerto.
-¿Y qué te trae por Seul?
-Vengo a ver a mi familia y a trabajar.
-¡Oh! ¿Tú familia vive aquí?
-Si...- le respondió- Lo que ocurre... es que soy adoptada.- él se
quedó pensativo y al mismo tiempo sorprendido, mientras asentía con
la cabeza.- Esto no lo suelo decir hasta la tercera cita, pero...- él
comenzó a reírse flojito.
-Entonces vamos demasiado rápido, ¿no? Del beso ya ni hablamos.
Los dos rieron cómodamente en aquel pequeño ratito, y se hizo un
silencio.
-Bueno, yo esperare aquí.
-Dee (Sí), de acuerdo.
-¡Ah! Y espero esa segunda cita.
Ella ruborizada condujo su carrito de maletas hacía una máquina de
café, la cual le costó encontrar, ya que no sabía manejarse por esos
lugares, bueno, ni ahora ni antes.
Dejó su chaqueta y el bolso encima de las demás, y llevaba en una
mano el café y en la otra como podía, arrastraba el carro de
maletas de forma inversa. Iba andando de manera extraña intentando
que el carro no chocase con nada, y para cuando se quiso dar cuenta ella chocó con algo, y por desgracia el café se derramó encima suya, y
en la de alguien más.
Mientras Hanna notaba como la camiseta, empapada, se le iba pegando a
la piel, miro hacia abajo. Se le cayeron las gafas, que pasaron de
sujetar su pelo a modo de diadema a la punta de su nariz. Escuchó un
murmulló. Aunque en verdad eran los chillidos de un joven, pero ella
estaba en su mundo, palpando, con la boca abierta, su mancha de café.
-¿Pero qué haces? ¿Es qué no miras por donde vas?
Hanna levantó la cabeza. Observó ligeramente la camisa de aquel
joven, que ahora era marrón y se encontraba empapada.
-Omo, jaeseong haeyo, mianhaeyo... (lo siento mucho, lo siento...)- se echó la mano a la boca.
-Mianhaeyo? (¿Lo siento?) La próxima vez no vayas mirando al techo.
-¿Perdona?... Y a ver si tú dejas de mirar tanto el móvil y estas
en lo que estas.
-¿Pero quién te crees que eres?
-Alguien que no quiere perder el tiempo con idiotas con complejo del
rey del camino.- respondió contundente.
-¿Tú sabes quién soy?- le ignoró ese comentario de superioridad,
él la cogió del brazo.- ¡Ya! ¿Has visto como me has puesto?
-Weo?! (¿Qué?) ¿Crees que yo no me he manchado? Aquí cada uno "apechuga
con lo suyo".
-Esto me lo vas a pagar.
-Pero si es una manchita de nada.- exageró.
-¡¿Una manchita?!
-¿Quieres ver lo que es una mancha?
En
ese momento no se dio cuenta de nada, ni de la gente que miraba
indignada alrededor, ni los paparazzi,...
solo actuó. "Puro instinto.", pensó. Y derramó el café
que quedaba en el vaso por encima de la cabeza del joven. No lo
pensó. Salió corriendo lo más rápido que pudo. Y él se quedó inmóvil
notando como él café caía poco a poco por su pelo y lo empapaba
todo, incluso el suelo del aeropuerto.
Él abrió los ojos. Veía como ella corría con su carrito, y comenzó a
correr detrás suya para poder alcanzarla. Cuando pudo alcanzarla
la agarró del brazo fuertemente. Los dos se quedaron mirándose unos
segundos, como si el tiempo se hubiese detenido, esa misma escena les
sonaba, incluso les sonaba la persona. "¿Quién es?" "No
puede ser", pensó Kim Hanna. Reconocía aquella cara, esos ojos
negros, no los había olvidado, y ahora parecía recordar su carácter
altanero, lo que no le cuadro fue su pelo rubio oxigenado.
Él igual, creía que estaba viendo un espejismo pero no quiso
creerlo. Notó como ella se soltaba bruscamente y se iba sin decir
nada. Se quedó con las palabras en la boca, aunque no iba a decir
nada del otro mundo. Recibió en ese instante una llamada. Miró el
móvil. "Lee KiBum", ponía. Lo cogió.
-Dee...- decía desconcertado mientras veía como se marchaba.- ya,
ya voy..., mmm, dee, mianh. (Sí, lo siento)
. . .
Kim Hanna apurada se monto en un taxi, e indicándole al conductor
de cualquier manera la dirección, se colocó el cinturón, y espero
impaciente, nerviosa y pensativa mientras aquel taxi la llevaba a su
destino. "No puede ser que sea él.", dudaba; "¿Esta
cada vez más insoportable, o soy yo que no lo aguanto?",
pensaba; "¿Y ese pelo?". No entendía nada, sobre todo lo
último.
Cuando llegó a las puertas de su casa y tocó el timbre, Lin, una
joven de veintiocho años que trabajaba allí como empleada, salió a
recibirla. Hacía dos años que trabajaba allí pero Hanna la conocía
y eran muy amigas. A parte de ella, otras dos empleadas salieron a
ayudarla con las maletas.
-Señorita, es un placer tenerla de nuevo en casa.- las demás
asintieron, y le dedicaron una reverencia.
-Gracias, Lin. ¡Oh! Tener cuidado pesa mucho. Todos... ¿están
durmiendo?
-No señorita, su padre y su abuelo ya están despiertos desde hace
un tiempo, anoche calcularon a la hora en que llegaría su vuelo para
poder verla llegar, pero usted sabe que siempre se despiertan muy
temprano.- sonrío.
-Arasseo. (Lo sé)
Entraron
todo dentro y lo dejaron en el hall.
Kim hanna salió disparada a abrazar a su padre, que la estaba
esperando, y este la levanto del suelo dándole un gran abrazo.
-¡Mi pequeña!- exclamó, recibiendo un beso en la mejilla.
-Hal-abeoji! (¡Abuelo!)- dijo sorprendida cual niña de tres años, cuando vio
a su abuelo detrás del sofá.
Fue corriendo hacia el, y él, por puro instinto, se iba alejando.
-Me vas ha hacer daño.- apretó con más fuera.
-Hal-abeoji. (Abuelo)
-Me vas a ahogar Hanna-ni.- no dejaba de abrazarlo.- Kim Hanna. Lo
soltó.
-Es que hacía mucho tiempo que no te veía.- resultaba similar a una
niña con juguetes nuevos.- ¿Y la abuela?
-Aigo! A esa ni me la nombres.- se sentó en el sofá de manera
indignada.
-Wae? (¿Por qué?)
-Veo que lo has traído todo.- le dijo su padre.
-Dee... Keunde, hal-abeoji, (Sí.... entonces, abuelo) ¿qué ha pasado?
-Aigoo... Un dolor, apa, apa. (duele, duele)- se llevó la mano a la nuca
quejándose.
-Nada. ¿Cómo pasaste el viaje?
-Bien, no sé,- miraba a su abuelo- ¿alguien me explica? ¿Lin?-
miro a la pobre muchacha que agachaba la cabeza.
-¡Qué tu abuela es una desvergonzada!- la cara de sorpresa y risa
de Hanna era inexplicable.
-Aigoo, Kim JoonYoung.- dijo una voz femenina, que se encontraba en
bata, por lo alto de la escalera- No diga eso abeoji. Jebal. (Por favor)
-Umma!
-Yo solo digo la verdad.- replicaba el abuelo.
La madre fue rápidamente a abrazarla, en ese momento la aplastada
era Kim Hanna. Esta le colocó el pelo, le apachurró la cara, la
abrazó de nuevo y se sentaron en el sofá entre preguntas como:
"¿Comiste en el avión? ¿O tienes hambre?", "¿Qué
tal el viaje? ¿Se hizo largo?",...
-Bueno... Pero yo quiero saber. Eotteon halmeonie museun il? (¿Qué pasa con la abuela?)
-Tu abuela esta de viaje con un "chaval" veinte años
menos.- reprochaba aún el abuelo.
-Weo? (¿Qué?)- quedó desconcertada.- Mira, eso si que no me lo esperaba. ¿Eso es verdad?- preguntó de nuevo aún más desconcertada.
-Sí, hija, sí.- afirmó su madre.
-FLIPO. Geuligo samchon-ni? (¿Y el tío?)- su abuelo volvió a quejarse otra vez
del cuello a la vez que su padre se levanto del un salto cruzándose
de brazos.
-Creo que deberías dejar de hacer preguntas...-le susurró la madre.
-Dee, jebal. (Sí, por favor)- le sugirió firmemente su padre.
-Ese otro que tal. ¡Algún día me matan de un disgusto!
-Vaya, y yo que creía que os era un quebradero de cabeza y no soy la
única.- sonrió.
-Tú eres algo bueno el día de hoy, eomma a saber donde esta,
dongsaeng (hermano pequeño) también, no podemos hacer bien una junta porque nunca
esta... uff.- se desesperó.
Kim BeakAh se levantó y lo abrazó por detrás.
-Joyonghan honey, (Tranquilo) no te alteres mucho, y tu tampoco abeoji.
En aquella casa habían pasado muchas cosas, lo de su tío, Hanna se
lo esperaba, era él típico hombre con éxito, un modelo guapo y
empresario, al que le gustaba viajar y las mujeres, y que más de una
vez fue a visitarla a España sin ningún compromiso, ni fecha de ida
o de vuelta. Pero la noticia de su abuela, si que había sido
impactante para ella, todavía le costaba creérselo. Y a lo que
tampoco daba crédito era a porque no se o habían contado antes.
. . .
En el momento que se quedó solo, después de la llamada de Lee
KiBum, en aquel aeropuerto con todo el cuerpo empapado de café y
viendo como se marchaba, tuvo claro que su futuro a partir de
aquellos segundos no iba a ser igual, venían los cambios.
Fue
notando poco a poco los "flashes" de las cámaras y como la
gente se iba acercando más y más. Escuchaba su nombre por todas
partes, estaba en toda conversación y en lo único que pensó fue en
salir corriendo de allí, como hizo ella. No lo pensó. Corrió y
corrió hasta que llego hasta aquella mono-volumen, una especie de
furgoneta grandísima y muy característica de los Idols.
Abrió la puerta bruscamente, se sentó rápido, y cerró la puerta
de la misma manera, alterando al conductor, su manager.
-OMO! JoonChae!- pegó un salto del asiento del conductor- ¡Me
vas a matar de un susto! Omo...- lo miro detenidamente- ¿Estas
sucio? ¿Con que..?
JoonChae lo miro de reojo colocándose el cabello mojado para atrás.
Refunfuñó un poco cuando cayó en la cuenta de KiBum.
-Ya... Choi JoonChae... Museun il...? (¿Qué pasa?)
-Calla.- el teléfono estaba sonando- Yeobushaeyo? Ya, palli, palli, (¿Diga? Eh, rápido, rápido) sal fuera del aeropuerto, Byun KyungDae te estará esperando para
acompañarte al coche, y que subas sin problemas- Lee KiBum no
entendía nada al otro lado del teléfono, su amigo no le había
explicado nada detenidamente, y él no necesitaba en ese momento
razones, solo quería salir de aquel aeropuerto.- Hyung, palli, jebal (hermano, rápido, por favor) escolta hasta aquí a KiBum.- le dijo a su manager.
-Meonjeo "palli", da-eum "jebal". Aigoo,
dangsin, aish. (Primero "rápido", después "por favor". Dios mío, tú, aish) Y no me explicas nada. Da-eum...
-Dee, dee, da-eum, da-eum, palliiii. (Sí, sí, luego, luego, rápido)
El
manager
salió apurado y lloriqueando de aquel vehículo intentando pasar entre la oleada de periodistas y fans que lo rodeaban. Corrió como
pudo. Choi JoonChae cerró las puertas del coche por dentro antes de
que ocurriera algo extraño, miraba por las ventanillas tintadas como
la gente se iba centralizando alrededor del coche.
Saco
de una bolsa, que tenía en los asientos de detrás, una toalla, se la
colocó en la cabeza y se empezó a secarse el pelo con rabia. Se la
dejo en la cabeza, y miró la mitad de su cara que no estaba tapada
por la toalla en el reflejo del espejo que tenía. Se la fue quitando poco a
poco, mientras iba descubriendo su rostro. Se vio raro, se sentía
raro, aquel pelo mojado rubio, que tocó con una mano, le parecía
diferente, y procedió a pasar aquella misma mano en sentido
contrario por su cara hasta llegar al mentón.
Se preguntaba que había ocurrido hace cinco minutos, que le había hecho reaccionar así, porque no la había reconocido desde el principio, porque cuando la miró a los ojos un vacío se produjo en su interior. Ella ya no era una niña con la que jugar al fútbol, ya no era aquella una adolescente que le hacía fotos a cada planta, cada paisaje y persona que veía. Sus ojos marrones claros, los cuales al sol recordaba perfectamente que se volvían de un tono verdoso, los sintió asustados, extrañados, pero sobre todo enfadados. Él todavía se preguntaba porque se fue hace ocho años a España, sin poder comunicarse con ella. Nadie le dijo cuando se fue, nadie le dijo a dónde, ni exactamente por qué. Solo Park YooNa le resolvió algunas dudas. Pero nadie le quiso decir por qué aquella mañana estaba tan enfadada con él, por qué discutieron ese día y por qué jamás la volvió a ver. "Ya no es lo mismo JoonChae oppa... os distanciasteis demasiado, y las cosas... aigoo no quiero decir esto, no pienses más... arasseo?". Todo aquello entraba en su cabeza como un gran tsunami, inundando su mente, y entrando en shock repentinamente.
Se preguntaba que había ocurrido hace cinco minutos, que le había hecho reaccionar así, porque no la había reconocido desde el principio, porque cuando la miró a los ojos un vacío se produjo en su interior. Ella ya no era una niña con la que jugar al fútbol, ya no era aquella una adolescente que le hacía fotos a cada planta, cada paisaje y persona que veía. Sus ojos marrones claros, los cuales al sol recordaba perfectamente que se volvían de un tono verdoso, los sintió asustados, extrañados, pero sobre todo enfadados. Él todavía se preguntaba porque se fue hace ocho años a España, sin poder comunicarse con ella. Nadie le dijo cuando se fue, nadie le dijo a dónde, ni exactamente por qué. Solo Park YooNa le resolvió algunas dudas. Pero nadie le quiso decir por qué aquella mañana estaba tan enfadada con él, por qué discutieron ese día y por qué jamás la volvió a ver. "Ya no es lo mismo JoonChae oppa... os distanciasteis demasiado, y las cosas... aigoo no quiero decir esto, no pienses más... arasseo?". Todo aquello entraba en su cabeza como un gran tsunami, inundando su mente, y entrando en shock repentinamente.
Despertó al escuchar tocar el cristal del coche fuertemente. Miró.
Eran ellos, parecía que el tiempo había volado. Quitó el pestillo,
y KiBum entró rápidamente al asiento del copiloto. Mientras Byun
KyungDae, intentaba guardar la maleta de este en el maletero,
apartando a las personas que rodeaban el coche, que dificultaban su
tarea.
-¡Ya! ¿Qué ha pasado?- le dijo Lee KiBum colocándose en el asiento
de al lado de JoonChae con aquel tono pasota.
-¿Eh? Amugeosdo. Yeohaeng eottaess ni? (No lo sé. ¿Cómo fue el viaje?)- le prestó atención.
-Sure? Parece que tuviste un percance.
-Dee... Eotteon, ya te contare, ahora no estoy de humor.- entró
agotado Byun KyungDae, y se sentó exhausto en el asiento del
conductor.
-Puff..., casi me matan allí fuera.-suspiró.
-Cuanto revuelo montas.- sonrío ligeramente JoonChae.
-Bueno... te dije que te recogería y que pasaríamos la tarde
juntos, pero a mi padre le ha dado por las cenas familiares
últimamente, y él controla mi carrera, así que...
-Joyonghan, (Tranquilo) tampoco tengo muchas ganas de salir, las doce
horas de vuelo me han dejado muerto.
Los dos sonrieron aliviados.
-Entonces te llevo a tu casa.
-Oído cocina...
-Eotteon... Yeohaeng... (Entonces... El viaje...)
-Mmm, dee, España es precioso, me gusto mucho ir a un sitio nuevo y
distinto, cambiar de aire, y relajarme del trabajo, el hospital me
abruma a veces.
-Aigoo, te entiendo perfectamente.- se recostaron a la vez y rieron
por un rato.
Volvían a ser los de antes, se notaba su amistad desde lejos.
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